“Ojalá pudiera decir la verdad”: cortometraje peruano sobre la masacre de Uchuraccay, ganador en ShortCutz Lima
Tuvimos la oportunidad de ver Ojalá pudiera decir la verdad durante una de las funciones de ShortCutz Lima, un espacio que sigue apostando por el cine breve con propuestas potentes y personales. Este cortometraje, trabajado desde un enfoque de estilo documental, conectó de inmediato con el público gracias a su honestidad, sensibilidad y contundencia emocional.
Fue reconocido como el mejor cortometraje de la noche, y tras verlo no sorprende que haya ocupado ese lugar. Su director, Víctor Mendívil, construye una pieza que se siente íntima, reflexiva y al mismo tiempo profundamente universal.

Este documental representa un caso real ocurrido en Perú: la masacre de Uchuraccay. El director lo aborda desde lo más íntimo, contando lo que fue para él, pero también sustentando el relato con documentación —reportajes, entrevistas y otros archivos— que reflejan lo poco que se sabe sobre lo sucedido.
Sin embargo, lo cuenta de una manera distinta. El cortometraje empieza con él narrando la historia de su familia, y mientras va desarrollando esa historia breve, suelta una frase que cae como un baldazo de agua fría: mataron a su tío. Esa revelación aparece con una fuerza inesperada, casi con frialdad, lo que la hace aún más impactante.
A partir de ese momento, el cortometraje toma otra dimensión. Si bien comienza desde un espacio casi personal, lo que dice al final es tan potente que te deja con un nudo en la garganta, incluso con escalofríos.
Después de esa revelación, muestra una serie de imágenes casi distorsionadas, que generan incomodidad, como si estuviéramos viendo algo que no deberíamos ver. Hay algo siniestro en esas fotos: el encuadre, la textura, el tiempo suspendido. El fondo sonoro —inquietante— refuerza esa sensación de que algo está mal, que estamos entrando en un terreno oscuro.
Y entonces, al conversar con el director, llega otro golpe.
Le preguntamos por esas imágenes, por ese instante incómodo que se queda flotando después de verlas. Y lo que responde es escalofriante: las fotos fueron tomadas por Willy Retto que estaba documentando su propia muerte.
Ahí todo cobra otro sentido. Las imágenes no solo incomodan. Están marcadas por el destino.
Viendo el documental, nace inevitablemente la necesidad de investigar más sobre el caso. Aparece Mario Vargas Llosa opinando sobre el suceso, y también se muestra a un periodista intentando interrogar a los lugareños sobre lo ocurrido mientras levantan un cuerpo. Todo lo que se presenta tiene un tono casi surrealista, pero profundamente siniestro.

Al final, el director lee un fragmento de un libro escrito por un familiar suyo, y utiliza un recurso narrativo muy potente: se comunica con el espectador mediante cortes. No aparece ni da voz mientras las imágenes o documentos se muestran en pantalla; en su lugar, se proyectan frases, tal como lo sugiere el título del cortometraje. Entre ellas: “que nadie le contó” o “quisiera saber la verdad”.
El documental no solo muestra lo que pasó —o lo que se ha podido saber hasta hoy—, sino que expone el deseo profundo del director por conocer la verdad. No solo por su tío, sino por obtener justicia para todos los que fallecieron. Es un documental profundo, honesto y valiente.
Al conversar con el director, nos comentó que este era un tema casi tabú en su familia, por lo pesado y sensible que resulta. Pero era algo que necesitaba contar. Algo que lo hacía parte de esa historia. También explicó que en la parte de las imágenes —esa que incomoda tanto al verlas—, su intención era exactamente esa: hacer que los espectadores sintieran el mismo siniestro que él sintió al descubrirlas, sabiendo que habían sido tomadas por alguien que estaba documentando su propia muerte.
El cortometraje se encuentra disponible en Retina Latina hasta el 22 de junio, así que no pierdan la oportunidad de verlo y dejarse cautivar por la fuerza de esta historia y la intimidad con la que el director la comparte.