Entrevista a Tommy Párraga

Cuéntame sobre tu obra de teatro.

Bueno, es un musical criollo que se llama «Cariño Malo». Todo ocurre en una peña que está venida a menos, con pocos clientes y poca afluencia de público. Están a punto de cerrarla, pero en medio de esta crisis, una inmobiliaria les hace una propuesta para comprar el terreno. Ahí empieza el conflicto de la obra: si el dueño vende o no la peña. Es un musical con dos artistas en escena. Ya lo hicimos en noviembre, pero ahora estamos viendo la posibilidad de reponerla pronto. He estado buscando teatros y vi el Claretiano, que es un espacio muy lindo y bastante agradable.

¿Cómo llegaste a formar parte de Canción sin nombre?

Ah, fue un casting intenso, muy intenso. Yo había trabajado antes con Melina León, la directora, en su cortometraje de graduación. Ella estudió en Estados Unidos, en Columbia, si no me equivoco, y vino a Perú a grabar El paraíso de Lili. En ese momento, vi un anuncio en el Centro Cultural de la Católica, donde yo estaba llevando un taller de teatro. Postulé, hice el casting y me eligieron.

Años después, Melina volvió al Perú y postuló al DAFO. Me propuso firmar una carta de compromiso para ser uno de los actores protagonistas de la película. Pero, aunque ganó el premio para financiar la película, igual realizó un casting enorme. Yo audicioné con varias actrices que interpretaron a Georgina, la mujer embarazada. Finalmente, me eligió y ensayamos durante un año.

El rodaje fue una experiencia muy particular porque nunca antes había grabado sin libreto. Ella ya tenía el guion escrito, pues con eso postuló al DAFO, pero lo reformuló con improvisaciones durante todo ese año de ensayos. Nos hizo improvisar a todos los personajes y, a partir de eso, reescribió la película. Cuando llegamos al rodaje, nos hacía leer la escena, luego nos retiraba el libreto y grabábamos la escena completamente frescos, de manera natural. Esa era, básicamente, la propuesta.

¿Cómo fue ir construyendo tu personaje? Porque es un protagonista que está investigando, está dentro de una situación nada fácil. ¿Qué referencias usaste?

Melina me pidió cosas muy específicas desde el inicio. Primero, que bajara de peso, quería que el personaje estuviera bastante delgado. También me dijo que me dejara crecer el pelo, por la época en la que se ambienta la historia.

En cuanto a referencias, me hizo ver películas de Wong Kar-wai, especialmente In the Mood for Love. Quería ese estilo de actuación, porque la película tenía muchos silencios, era una narrativa muy contenida. También me hizo ver El irlandés. Luego, el trabajo fue algo más personal: leer el libreto y reunirme con varios periodistas para preguntarles sobre la época, sobre los años 80. También visité periódicos para entender cómo era el ambiente de trabajo en una redacción, cómo se movían los periodistas dentro de ese espacio. Todo eso fue parte del proceso para construir a Pedro Campos.

La historia está inspirada en hechos reales. ¿Tuviste contacto con el caso o con situaciones similares? ¿Conversaste con alguien relacionado a esa época?

Sí, mi personaje es gay, aunque aún no ha salido del clóset. Cuando hablé con varios periodistas, muchos me contaron lo difícil que era mostrarse abiertamente gay en ese entorno, especialmente en un mundo tan dominado por hombres heterosexuales.

Un detalle curioso que descubrí durante la preparación fue la forma en la que mi personaje escribía a máquina. En casa, usaba todos los dedos, pero en la oficina solo escribía con dos. En esa época, escribir con todos los dedos se veía como algo femenino, asociado más a las secretarias. Entonces, cuando trabajaba en la redacción, solo usaba dos dedos, pero en casa podía escribir con libertad. Para hacer esto de manera natural, practiqué durante seis meses con una máquina de escribir. Me levantaba todas las mañanas a escribir noticias inventadas para mejorar mi técnica y sentirme con experiencia real. Nunca antes había usado una máquina de escribir.

Además, vi muchas noticias, reportajes y entrevistas de la época. La investigación fue clave. Ensayé constantemente con los otros actores, excepto con uno, que era español, con quien los ensayos fueron a distancia y no tan intensos como con el resto del elenco.

La película tuvo un gran recorrido, incluso estuvo en Cannes. ¿Cómo viviste ese reconocimiento? ¿Cómo te sentiste, no solo como actor, sino también por el hecho de representar al Perú, considerando que el cine peruano no suele tener tanto impacto a nivel internacional?

Es emocionante viajar por trabajo, más aún cuando ese trabajo te apasiona. En mi caso, actuar es mi oficio desde que era niño. Estudio actuación desde los 13 años y me gradué en Artes Escénicas en la PUCP a los 21 o 22 años. Desde entonces, he trabajado como actor y, recién a los 36, con esta película, tuve la oportunidad de viajar.

Hasta hace poco estuvimos recorriendo festivales. Pasamos por los Premios Platino y cerramos en los Premios Goya, donde la película estuvo nominada a Mejor Película Extranjera. Nació en Cannes y descansó en los Goya. Fue emocionante, pero a la vez irónico, porque recién cuando viajé a Cannes, el Perú me vio como actor. Me hice visible como actor después de más de 12 años trabajando en el medio. Pero bueno, a veces este país es así, un poco ingrato.

Vi justo durante tu entrevista que tuviste la oportunidad de conocer a Almodóvar y a otros artistas, pero no te dabas cuenta de la magnitud de la película.

Creo que el festival en el que más artistas conocí fue en los Premios Platino, en España. Estábamos Diego Boneta, Cecilia Suárez, Álvaro Morte y yo en una misma sala, esperando que nos entrevistaran. En un momento, había como tres sets de entrevistas, y yo estaba en medio: a un lado Boneta y, al otro, Cecilia Suárez. Y nada, te das cuenta de que estás en la misma situación que ellos, en la misma competencia. Es emocionante, gratificante. Te pones nervioso, pero todos te tratan por igual, porque estamos en las mismas condiciones. Me di cuenta de que éramos absolutamente iguales. Lo que nos diferenciaba era, quizá, la cantidad de trabajo que tienen ellos. (ríe)

Yo creería que, más que nada, lo plantearía de la siguiente manera: Diego Boneta y los otros artistas que han estado ahí cumplen con un requisito abismal de producción, dentro de una industria mucho más grande que la nuestra. Y el hecho de estar ahí demuestra todo el trabajo arduo que hubo detrás.

Exacto. Vi a varios actores de La Casa de Papel, una serie que acababa de ver, y fue como ¡wow!. Emocionante, pero a la vez con cierta calma, porque todos estaban igual de felices y nerviosos por estar en esta competencia. También me topé con muchos artistas latinoamericanos; a los europeos no los conocía tanto, pero los fui investigando.

Agradecido con la chamba de la directora. Además, tengo entendido que le tomó casi cinco años lograr que esta película viera la luz.

Justo eso quería hablar también. Había visto que el proceso tomó aproximadamente diez años, pero no sé si fue solo por la producción o por el trabajo de ir evaluando todos los eventos posibles para que la película se diera.

Creo que todo se redujo al financiamiento. Hasta que finalmente lo logró, con mucho esfuerzo. Me parece que LaMula.pe intervino con parte del dinero, ganó el premio DAFO, reunió los fondos y, una vez que los tuvo, la hizo realidad. Igual, aun así, faltó. O sea, yo creo que hubiéramos llegado a los Óscar si hubiéramos tenido más dinero para pagar extras.

Hay una escena en la que salgo de una oficina y, al fondo, hay una marcha. Se ve poca gente, y creo que esos detalles, que parecen insignificantes, son parte de la calificación. La película tenía todo para llegar a los Óscar, pero estos aspectos demuestran que se hizo magia con el presupuesto que había. Esta película requería más dinero para ser una producción mucho más sólida.

DAFO nos apoyó bien, pero las empresas privadas, marcas o inversionistas fueron muy pocos, sobre todo con una película independiente como esta. Jamás se dieron cuenta de que terminarían en eventos sumamente importantes.

¿Hubo escenas que te fueron difíciles de hacer?

La escena más complicada fue la que hice en la cocina del departamento con el actor español. Era una escena bastante íntima, y dirección nos dio ron de verdad para relajarnos porque la intensidad era muy alta. Estábamos muy nerviosos, pero el ron hizo efecto a los diez minutos. Fue difícil encontrar el equilibrio entre la concentración y esa sensación de relajo, pero el resultado fue buenísimo. Luego entendí lo que la directora quiso lograr, y lo consiguió.

Sin embargo, fue una escena difícil porque no nos conocíamos, nunca habíamos trabajado juntos, pero logramos generar esa química, esa magia que se necesitaba.

¿Crees que lo más difícil en este aspecto sería no conocer mucho al actor o el nivel de química que puede haber?

No sé si sea lo más difícil para otros actores, pero en mi caso sí fue un reto. Fue complejo, pero se logró. Esa escena la grabamos, creo, unas diez veces, probando diferentes formas y versiones de cómo hacerla, y el resultado final fue excelente.

¿Te gustaría volver a trabajar con Melina León o en algún proyecto similar con el mismo tono o temática?

Siempre, sin duda. Nos llevamos muy bien, con Melina tengo una excelente relación. Estoy seguro de que ella también estaría encantada de volver a trabajar conmigo, y yo, fascinado de pertenecer a alguno de sus proyectos. Es una excelente directora, te acompaña en todo tu proceso, nunca te abandona.

Cuando vi la película por primera vez, en pandemia, me pareció muy interesante. Recuerdo que, más allá de la historia y la época, lo que más me llamó la atención fue el formato. Me pareció curioso ver ese tipo de encuadre, con un recorte diferente y en blanco y negro. Uno está acostumbrado a ver películas en un formato ya establecido, así que fue impactante y novedoso verlo en el cine peruano.

Melina estuvo acompañada de Inti Briones, quien es un maravilloso director de fotografía. Ha recorrido el mundo, tiene muchísima experiencia y varios premios. Nos acompañó al Festival de Cannes, por ejemplo. Fue una experiencia vertiginosa: entre el jet lag, la falta de sueño y los nervios del estreno, la tensión era altísima. Al final, el viaje fue increíble, pero también intenso. Estuvimos allá unos doce o trece días.

¿Cómo ves la evolución del cine peruano ahora, con respecto a cuando salió la película? ¿Cuánto ha evolucionado o cuánto le falta para evolucionar en la manera en que crees que puede evolucionar?

Nosotros tenemos maravillosos directores de cine, tenemos un equipo técnico que está preparado, a la altura, pero sigo pensando que sigue faltando financiamiento. Ya el Estado nos está apoyando, pero el financiamiento de las empresas privadas haría que más cineastas puedan cumplir su sueño de grabar sus óperas primas o volver a hacer una película. El financiamiento es esa oportunidad que te da una empresa privada para reunir, con otras dos más, el dinero suficiente, sumado a un premio del Estado, en este caso del Ministerio de Cultura. Así, muchos más cineastas podrían realizar películas y muchos más actores, como yo, tendrían la oportunidad.

¿No crees que también influye la publicidad? Porque generalmente las películas peruanas que llegan a salas ya han pasado por festivales o han ganado premios importantes, necesitando una validación en el extranjero para recién ser proyectadas aquí.

En Cannes, por ejemplo, toda la prensa y PromPerú debieron estar con nosotros, pero no sucedió así. La prensa estuvo presente, pero solo en un 20 o 30 %. Si se hubiera movido más, la película podría haber explotado en Netflix. Estuvo en el top 10, pero no por mucho tiempo porque la mayoría de gente que vio la película fueron personas como tú, que están relacionados o interesados, o estudiantes de actuación, o amigos actores míos. Pero el público común y silvestre, que es el soberano, porque uno sobrevive por el público, pues no abarcó tanto. Y sí, creo que es por la publicidad de la prensa, porque no estuvo tan presente.

Ya como última pregunta, ¿tienes algún proyecto en camino, aparte de esta obra que estás dirigiendo?

Sí, próximamente se estrenará Huaquero, una película ecuatoriana dirigida por Juan Carlos Donoso. Hace poco conversamos sobre su estreno en Perú, pero parece que primero se lanzará en Ecuador y luego llegará aquí. Aún no tengo la fecha exacta, pero debería ser pronto, ya que actualmente está recorriendo festivales en el extranjero.

Por ejemplo, fui invitado a un festival en Ámsterdam, pero solicitaron financiamiento aquí en Perú para cubrir mis boletos y estadía, y lo rechazaron (se ríe). Bueno, una raya más al tigre. No me sorprende, aunque tampoco es que lo entienda del todo. Es un tema de confianza, de apostar por el talento.

¿Puedes contarnos un poco sobre la trama de la película?

Huaquero sigue la historia de un grupo de huaqueros, entre peruanos y ecuatorianos, que se dedican a extraer tesoros ocultos en sitios arqueológicos que solo ellos conocen. Mi personaje es un joven arqueólogo peruano que llega a Trujillo, si no me equivoco, para investigar y entrevistar a varios de estos huaqueros.

Durante la investigación, ellos le revelan información clave sobre el destino de los huacos y objetos de valor que han encontrado. Mi personaje, por su parte, estudia la alimentación de nuestros ancestros y, en el proceso, descubre datos confidenciales e inquietantes sobre el verdadero paradero de estos tesoros.

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