Festival Render de Cine Universitario

El cine no conoce fronteras: historias que nos unen desde cualquier rincón del mundo

Hace casi un mes, me di un salto por la Sala Armando Robles Godoy —dentro del Ministerio de Cultura— para conocer un poco del Festival Render, un festival de cine universitario del que ya habíamos escuchado mucho, pero al que por temas de agenda no habíamos podido asistir… hasta su último día.

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Y aunque llegamos justo en la jornada de clausura, sabíamos que no podíamos dejar pasar la oportunidad. Porque un festival no se termina cuando se apagan las luces o se entrega el último premio. Un festival, para los cineastas jóvenes e independientes, es apenas el inicio de algo más grande: la validación de su voz, de su historia, de su mirada.

Llegamos y había una gran fila. Nos sorprendió, hasta que entendimos que se debía a otro evento simultáneo en el mismo recinto. Una vez dentro, nos costó unos minutos ubicarnos. Hacía tiempo que no visitábamos la Sala Robles Godoy, pero al ver los carteles de clásicos del cine peruano decorando sus paredes, supimos que estábamos en casa. No por nada este espacio lleva el nombre de uno de los primeros cineastas peruanos que llevó nuestras historias más allá de nuestras fronteras: Armando Robles Godoy.

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Ese día, como parte del cierre del festival, se proyectaron los cortometrajes de dos prestigiosas escuelas extranjeras: la UNAM de México y el Instituto de Cine de Madrid. La muestra fue un recordatorio poderoso de que el deseo de contar historias es universal, y que el cine —cuando es honesto y humano— trasciende idiomas, geografías y culturas.

Mientras los cortos de la UNAM se inclinaban hacia la ficción, los del Instituto de Cine de Madrid se centraban en el documental. Pero todos, sin excepción, retrataban realidades crudas, profundas y conmovedoras. A pesar de los océanos que nos separan, compartimos emociones, heridas y anhelos. Y al hacerlo, descubrimos que no estamos solos. Que alguien al otro lado del mundo puede mirarnos y decir: “yo también me sentí y me siento así”.

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Aunque solo estuvimos un par de horas, fue suficiente para recordar por qué vale tanto la pena asistir a este tipo de espacios. Lo que más nos conmovió fue ver, en pantalla, los rostros de los cineastas agradeciendo que estemos allí, del otro lado, viendo sus historias. Porque contar una historia es un acto de valentía, amor propio y esperanza. Y saber que alguien, aunque sea una sola persona, la ha recibido, es el mayor regalo para cualquier realizador.

No pudimos quedarnos a la ceremonia de clausura y premiación —hubiéramos querido—, pero entendimos que ese momento le pertenecía a los realizadores nacionales y a sus seres queridos. Solo deseábamos que sus butacas estuvieran ocupadas por quienes más los han acompañado en el camino.

Nos hubiera encantado asistir a más funciones del Festival Render, pero con solo haber estado presentes un rato, confirmamos algo esencial: valía completamente la pena. Porque este festival no solo proyecta cortometrajes, proyecta sueños, voces nuevas y futuros posibles.

Desde Sueños de Cine, celebramos a todos los jóvenes cineastas —mexicanos, españoles y peruanos— que participaron. Sabemos, por experiencia, que hacer un cortometraje es un reto enorme, y aún más cuando se hace desde la independencia, la pasión y el corazón. Por eso, aplaudimos su entrega, su visión y su deseo de compartirla con el mundo.

Nos vemos en la próxima edición, Festival Render.

Gracias por recordarnos que el cine, cuando es sincero, no conoce fronteras.

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