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Un Dolor Real’: El amor en su forma más cruda

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Especial Día de la Madre – Reseña de 'A Real Pain' (Jesse Eisenberg, 2024)

Hay películas que llegan en el momento justo. O quizá somos nosotros quienes llegamos a ellas cuando más lo necesitamos. A Real Pain —traducida al español como Un Dolor Real— es una de esas historias que, sin proponérselo directamente, puede resonar con fuerza en fechas como el Día de la Madre. Porque más allá del vínculo entre primos, en el corazón de esta historia está la figura de una madre/abuela cuya ausencia marca el viaje de sus nietos, y cuyo legado emocional transforma todo a su paso.

La película, escrita, dirigida y protagonizada por Jesse Eisenberg, acompañado por un brillante Kieran Culkin, nos presenta a los primos Kaplan: dos judíos estadounidenses que, tras la muerte de su abuela —una sobreviviente del Holocausto—, emprenden un viaje por Polonia para reconectarse con su historia familiar. Lo que arranca como un tour turístico, termina siendo un viaje interior, cargado de memoria, heridas no sanadas y promesas implícitas que sobreviven más allá de la muerte.

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Y es que, cuando una madre o abuela se va, no solo enfrentamos su pérdida física. También nos confronta la silenciosa exigencia de mantener viva su memoria, sus valores, sus enseñanzas. Cumplir lo que no pudo, sostener lo que ella alguna vez sostuvo. A Real Pain aborda ese tipo de duelo: el que no solo se llora, sino que también se transforma en responsabilidad emocional.

La dirección de Eisenberg es delicada, casi contenida, pero no por eso menos potente. Las decisiones visuales —colores apagados, encuadres íntimos, la música de Chopin como eco del pasado— acompañan una narrativa que no busca pomposidad, sino honestidad. En esa sinceridad radica su fuerza: en mostrarnos que el dolor no tiene que ser un espectáculo. Que el silencio también dice bastante.

Que llorar por una madre, una abuela, o cualquier figura materna que nos marcó —y llorar también al descubrir, ya demasiado tarde, todo lo que sufrió en su vida privada incluso antes de que naciéramos, ese dolor silencioso que nunca compartió y que recién ahora comprendemos por qué guardó para sí—… esa también es una forma profunda de amar.

Uno de los momentos más emotivos llega con el monólogo de David Kaplan (Eisenberg), cuando confiesa:

“Yo también tengo dolor… pero sé que mi dolor no es excepcional. Por eso no siento la necesidad de compartirlo como otros.”

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Pero, justamente, lo excepcional está en compartirlo. Porque el duelo compartido, como el amor, se multiplica en vez de dividirse. Y cuando ese duelo está anclado en la figura materna, el cine —esa herencia emocional que muchas veces compartimos con nuestras madres— puede convertirse en una forma de procesarlo.

Hay madres que ya no están, pero que nos acompañan cuando volvemos a ver la película que más les gustaba. O cuando descubrimos una nueva historia y pensamos: “Esto le habría encantado”.

💬 “Una pena entre dos, es menos atroz”, dice el refrán. Y A Real Pain es justo eso: una película que te toma de la mano para atravesar la pérdida. No la niega, no la endulza. La acompaña.

El legado de quienes nos amaron primero

Y así, aunque nunca vemos físicamente a la abuela de los primos Kaplan —ni una fotografía, apenas su nombre—, su presencia se siente a lo largo de toda la película. Es el hilo invisible que guía el viaje, la brújula emocional y moral que orienta las decisiones de los protagonistas durante este breve tour de “herencia judía”. 

Y aunque nunca la escuchemos hablar, sabemos que estaba profundamente orgullosa de sus nietos. Orgullosa de que, tras tantos años distanciados, hayan vuelto a encontrarse. Y que, al final del viaje, no solo se reconcilien por ella, o porque “la abuela lo hubiera querido”, sino porque realmente han aprendido a ver y valorar al otro. Porque compartir el dolor los ha despojado de máscaras, y los ha dejado frente a frente como lo que son: primos, familia, seres humanos vulnerables que se eligen.

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De la misma forma, aunque nuestras madres, abuelas, tías o madrinas ya no estén físicamente con nosotros —o sepamos que un día no lo estarán—, su presencia permanece. No solo “en nuestro corazón”, como suele decirse, sino verdaderamente a nuestro lado, acompañándonos. Porque aunque el cuerpo se va, el amor no desaparece. El amor, ese sí, se queda para siempre. Y aunque hoy la extrañes —y eso te duela de verdad, te cause un dolor real—, también es real que ese amor que compartieron sigue ahí, intacto. Ella no se ha ido del todo. Sigue contigo mientras la recuerdes, mientras honres su legado, mientras vivas con todo lo que te enseñó.

Una invitación en este Día de la Madre 🌸

A Real Pain es solo una de las muchas películas que pueden ayudarte a conectar con tus sentimientos y a honrar la memoria de tu madre. Recuerda que compartir una película con tu madre, o con quien haya ejercido ese rol en tu vida, puede ser una forma de celebrar su legado y fortalecer el vínculo familiar.

Aprovecha este día no solo para decir «te quiero», sino para compartir un momento, una historia, una película. A veces, los gustos en común entre madre e hijo(a) son más que una coincidencia: son hilos invisibles que nos unen a través del tiempo y la distancia. Porque una madre también vive en nuestras películas favoritas.

❤ ¡Feliz Día de la Madre! ❤

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